viernes, 2 de enero de 2009

EL SUEÑO DE UNA MUÑECA (Contado por ella misma)


.
De





PRESENTACIÓN:
.
¡Nadie! No os asustéis, soy yo…¡Nadie!, un personaje sin importancia, una muñeca. Tal vez me habréis visto en el escaparate de un bazar, y quien sabe si alguna de vosotras, mis graciosas lectorcillas, quedándoos extasiadas delante de mí, habréis exclamado: "Mamá, mira que muñeca tan preciosa! ¡Cómpramela! " Y mamá, pensando en algo más serio que muñecas caras, habrá respondido, apretando el paso: “Sí, nena, otro día, hoy llevamos mucha prisa y no podemos entretenernos” ¡Están tan caras las subsistencias! Las mamás deben de pensar allá en sus adentros, que ya tienen bastante con sus muñecas de carne y hueso. Sin embargo, yo no hago mucho gasto en una casa, os lo aseguro. ¿Qué cómo soy? Trataré de haceros un retrato lo más exacto posible de mi personita, tal y como yo me he visto en una de los espejos que tenía enfrente mientras estuve en el escaparate del bazar. De estatura soy una de las mayores entre mis compañeras; tengo los ojos azules, una melenita rubia y un trajecito escocés muy corto con un cuellecito blanco. Ando muy bien de salud como lo prueba el buen color que tienen mis mofletes. Y conste que no me pinto. ¿A que me conocéis? Estoy segura de ello. No sé que ocurrencia me habrá dado de escribir mi sueño. Las otras muñecas dicen que estoy más loca que una cabra y sobre todo, una de ellas que se las echa de poetisa, ha soltado en mis propias narices una carcajada casi histérica al enterarse y ha dicho: “¡Ay, hija! Me parece que te metes en camisa de once varas” Y luego, con cierto aire de superioridad, me ha vuelto la espalda y dirigiéndose a los otros compañeros ha exclamado: “La verdad es que no hay nada más atrevido que la ignorancia. ¡No os parece?” Hubo quien dijo que, no sabiendo qué hacer por sobresalir, me había puesto a escribir este cuento, pero yo os aseguro que todo eso es falso, y que si he querido contaros mi sueño fantástico, ha sido tan sólo con el afán de distraeros un ratito. ¡Yo quiero tanto a los niños!

I I

DE UN BAZAR A UN PALACIO

.
Era el día de Santa Ana, madre de la Virgen como sabéis todas. Sí, recuerdo perfectamente que estaba yo aquella tarde en el escaparate del bazar, como ya os he dicho, con un humor impropio, por cierto, de una muñeca bien educada, a causa de una discusión muy grande que había tenido con la muñeca que estaba a mi derecha. Esto de los tiquis-miquis entre muñecas es cosa muy corriente, aunque parezca mentira. Y os advierto que toda la riña fue porque se había empeñado en decir que su melenita era más rubia que la mía: ¡Qué ilusiones! ¡Cuando yo era la más rubia de todo el bazar!
-Eres una presumida- dijo ella.
-Y tú un adefesio- contesté indignada
-¡Y tú una cacatúa!
-¡Y tú un cocodrilo!
La cosa iba poniéndose fea. En esto, un muñeco muy grande, vestido de payaso, puso fin a la discusión diciendo a la otra:
-Si no te callas ahora mismo, te agarro por esos pelos rubios que se te han subido a la cabeza, y no te dejo uno solo en el cuero cabelludo.
-Es que…
-Nada ¡lo dicho!
¡Oh!…se puso lívida, pero no volvió a decir “esta boca es mía” como que todos teníamos cierto pánico al payaso, porque era un forzudo.
No es que yo lo diga, pero siempre tuvo predilección por mí. Esto me halagaba mucho, y me emocionaba, no poco, que siempre saliese a mi favor. Al ver que esta vez, como todas, tomaba partido por mi, no pude por menos de echarle una mirada de profundo agradecimiento.


Aún me duraba el mal humor y estaba yo pensando en lo fatuas que son algunas muñecas, cuando vi pararse delante del bazar un magnífico automóvil y descender de él a una señora, muy joven, muy guapa y muy elegante, acompañada de una niña, como de cuatro años, preciosa. Rubia como yo, con una melenita como la mía, y un vestido muy cortito, como mi vestido.
-Dime, Ana María, ¿Cuál es la muñeca que quieres que te compre por tu santo?
Y Ana María, empinándose sobre las puntas de sus pies para ver mejor, contestó llena de entusiasmo, al tiempo que me señalaba con su dedito.
Entraron en el establecimiento, explicaron la muñeca que deseaban comprar, y uno de aquellos hombres del bazar me sacó del escaparate y me puso en el mostrador, diciendo:
-¿Es esta la que desean ustedes?
-Si-contestó Ana María mientras me contemplaba sonriendo de satisfacción.
-¿Quieren ustedes que la meta en una caja y se la lleve al automóvil?
-¡No, no! Así, démela pronto, señor.
-Él me puso en brazos de mi compradora y ésta, en un rapto de entusiasmo, me dio un abrazo y un beso.
Al dirigirnos al auto, y cuando pasábamos por delante del payaso, vi que me contemplaba enternecido. Yo le miré con simpatía y como diciendo adiós.
La muñeca con quien me había peleado momentos antes, me miró con rabia y con envidia, y yo le eché una mirada de olímpico desprecio que la dejó helada. Además, por si esto fuera poco, le saqué la lengua.

I I I

MI SUEÑO

.
Llegamos a casa de mi compradora. ¡Un palacio! Todo nuevo para mí. ¡Qué alegría! Luego, las personas muy amables, diciendo que yo era tan bonita…Me sentía aturdida , y entre tanta novedad, ¡oh, ingratitud de algunas muñecas, llegué a olvidarme del pobre payaso, mi fiel amigo, de los días del bazar.
Apenas puedo creer lo mucho y bueno que me sucede. Bueno, quiero decir que me parece mentira que haya una persona que me cuide como Dolly, así llaman a Ana María; que me haga sus confidencias como Dolly, y en una palabra, que me quiera como ella. Esto último, sobre todo, es lo que más me gusta, porque nadie me había querido nunca hasta ahora. Es decir, mi buen amigo el payaso también me quería mucho. ¡Si pudiera
tenerlo aquí conmigo para que disfrutase de todas estas cosas buenas que tengo a mi alrededor, sería todo lo feliz que puede ser una muñeca!
Otra de las ventajas de mi nueva vida es que tengo una camita lindísima, con un colchón muy blando, y todas las noches, Dolly me desnuda y me acuesta, no sin que antes me haya hecho rezar una oración que ella sabe y que es así:

Jesusito de mi vida
eres niño como yo,
y te quiero tanto, tanto,
que te doy mi corazón.

Una vez que Dolly me deja metida en la cama, viene Miss Mary, su “nurs” y hace con ella lo mismo que ella ha hecho conmigo, después nos apaga la luz y … ¡a dormir!
¡Qué sueños tan agradables tiene una muñeca cuando duerme en una cama tan buena ¡Esta noche, apoco de apagarnos la luz, noté que me habían salido unas alas muy grandes y muy blancas, lo mismo que las que deben de tener los ángeles en el cielo. Me puse a dar saltos de alegría ante tan inesperada felicidad. Porque para mi modo de ver, no hay dicha comparable a la de tener alas y elevarse muy alto, muy alto, hasta perderse de vista en el espacio. Claro que esta es una pequeña opinión de muñeca y, por lo tanto, no merece la pena de tomarla en cuenta; pero quién sabe si algún día, cuando hayáis crecido un poco más, alguno de vosotros, pequeños lectores, no encontraréis tan despreciable esta pequeña opinión de una muñeca que os contó su sueño fantástico para entreteneros.
Pero dejemos estas filosofías ridículas, que no pueden interesaros y vamos al grano.
Como os iba diciendo, empecé a dar saltos llena de regocijo al verme con aquellas alas y en una de mis cabriolas salí por el balcón y me entusiasmé volando. De tal manera me entusiasmé y tan alto iba ya, que perdí de vista la tierra y no sabía como volver a ella. ¡Vamos, que estaba haciendo la competencia a los astronautas!
.
¡Qué conflicto, Dios mío! ¿Qué hago yo ahora? ¿Qué va a decir Dolly al ver que me he escapado? Me va a llamar ingrata y eso no lo podré soportar porque no es verdad.
Me puse a llorar con gran desconsuelo cuando de pronto, a través de mis lágrimas, me fijé que estaba muy cerca de una de esas estrellas tan bonitas que brillan mucho de noche y a ella me dirigí sin pérdida de tiempo.
Cual no sería mi asombro al ver que aquella estrella que a mí me había parecido siempre tan pequeña cuando la miraba desde la tierra, al ir acercándome a ella se iba haciendo grande, grande, inmensa y resultó ser un país encantado, lleno de bosques magníficos, con árboles extraordinarios y todo iluminado por una luz suave, que cambiaba de color según el estado de ánimo de la reina de aquel extraño país, que tan pronto daba reflejos rojos como el fuego, si estaba enfadada, o azules, si la ilusión se apoderaba de ella, o violeta si la tristeza le angustiaba, o rosa si la alegría invadía su corazón.
Los habitantes eran todos seres fantásticos y, según fui viendo poco a poco, allí no se veía una persona corriente ni por un descuido.
Ellas eran hadas vestidas con trajes riquísimos, de gasa y tul bordados en oro y plata, y ellos, magos con largas túnicas de raso de distintos colores, bordadas con estrellitas y plagadas de brillantes.
-¿Sueño o es verdad que estoy viendo todo esto? – dije llena de asombro y frotándome los ojos con las manos.
No, pobre muñequita, no sueñas. ¿Qué has venido a hacer aquí? – dijo la voz suavísima de una de aquellas hadas.
-No lo sé- repuse aturdida y maravillada ante todo aquello, y conté lo que me había sucedido.
.

Cuando hube terminado y ya muerta de curiosidad, pregunté:
-pero…bueno, ¿Me queréis decir donde estoy? ¿Quién sois con esa voz tan dulce y esos rizos de oro, y esa túnica blanca, más bonita que la de los ángeles; y por qué lleváis esa varita de brillantes en la mano y esa corona de rosas en la frente? ¿Y por qué?...
-¡Ja, ja, ja, ja!
-¿Se ríe usted? ¿De qué se ríe?
-De la cantidad de preguntas que me has hecho en medio minuto.
-¿Pero no se ríe usted de mí, verdad?- preguntó algo escamada.
-No hija. ¡por Dios! Al contrario; y ahora mismo voy a ir contestando una por una a todas tus preguntas. En primer lugar, te diré que estás en el país del ensueño y la ilusión. Aquí sólo vivimos las hadas, los magos, los gnomos y todos esos seres fantásticos de que habrás oído hablar en los cuentos, así como otros personajes más o menos ideales, que la imaginación del hombre no ha llegado a concebir. Comprendo que tu asombro es grande al ver todo ésto, pero el mío no es menor al verte a ti aquí. Es inconcebible que una muñeca como tú se encuentre en este país. Yo soy la reina de esta estrella y la varita que tanto te extraña es mi cetro mágico. La corona de rosas me la regaló el Pájaro Azul o sea el príncipe Blú, dueño y señor del país del ensueño y de la ilusión. Son rosas que no se marchitan nunca. Y ahora ¿está bien satisfecha la curiosidad de la señora muñeca?
-Si…Digo no…Estoy tan asombrada de todo lo que veo y de lo que oigo que me parece que estoy soñando.
-Mira, muñequita –dijo el hada- me eres muy simpática y en vista de eso voy a organizar para esta noche en mi palacio una fiesta en tu honor. Vamos allá, pues quiero dar órdenes a mi servidumbre.
Llegamos al palacio de mi amiga la reina de las hadas ¡soberbio! Todo él construido de mármol blanco, con magníficas columnas de oro y grandes torreones.
.

.
Entramos en un salón inmenso, al fondo del cual había una escalinata de ónix, con incrustaciones de rubíes formando caprichosos dibujos. Coronábala un trono de oro y esmeraldas, al que subió la reina, y levantando en alto el cetro, dijo con voz dulce y al mismo tiempo de autoridad:
¡Aquí mi servidumbre!
A estas tres palabras dichas por mi amiga Alegría, que así se llamaba el hada, como por arte de encantamiento, entraron en tropel, entre estampidos, fuego y humo, regimientos de enanillos con barbas blancas muy largas y vestidos de encarnado.
Un momento después, entre risas, músicas y cánticos y una lluvia de flores, aparecieron en el aire multitud de hadas vestidas de gasa rosa y blanca. Acto seguido, en una nube con los colores del arco iris llegaron infinidad de magos con túnicas de raso rojo, anaranjado, amarillo, verde, azul, índigo y violeta. Así sucesivamente fueron llegando los espíritus de la noche, los genios del agua, del fuego, del aire y un sinfín de personajes más o menos fantásticos, todos ataviados con riquísimos trajes.
Entre tanto lujo y derroche de fantasía y riqueza en indumentaria y adornos, me llamó la atención un niño casi desnudo, con ojos vendados.
-¿Quién es?- pregunté al hada Alegría.
-Ese niño es Cupido.
¡Ay, hada Alegría, yo quisiera conocerle!
-Le has de conocer esta noche en la fiesta. Aquí no es peligroso, porque al entrar en este país le rompemos las flechas y el arco que suele llevar; pero si te lo encuentras alguna vez allá en la Tierra, desconfía mucho de él, que aunque le ves tan pequeño y parece inofensivo, es un diablillo rojo con cara de buena persona, capaz de revolver al mundo entero y atravesar con sus flechas el pecho de la famosa Cibeles, que, según parece, es una señora de piedra que tenéis en un punto llamado Madrid.
.

-
Si- dije yo- la conozco mucho de vista.
Hada Alegría dirigiéndose a sus súbditos, les dijo:
-Quiero que preparéis para esta noche una fiesta, advirtiéndoos que deseo resulte la más bonita que hasta ahora se haya celebrado.
Enanos, hadas, magos, genios y demás servidores del hada Alegría hicieron una profunda reverencia al mismo tiempo que decían:
-Señora, tus deseos son órdenes para nosotros- y desaparecieron lo mismo que habían aparecido.
-Quiero darte una prueba de mi simpatía -me dijo el hada- Toma esta varita y con ella podrás conseguir cuanto desees. Para ello no tienes más que hacer con ella un círculo en el aire y decir: “Mágica varita -cumple los deseos- de la muñequita” y enseguida, di lo que quieres. Ahora, como me figuro que en tu excursión no habrás traído equipaje voy a prepararte para la fiesta de esta noche. Aquí te dejo sola, pero estate quieta y no revuelvas, muñeca, no vayas a hacer alguna tontería.
Me quedé sola en la inmensidad de aquel salón, y sentí algo muy parecido a eso que allá abajo, en la tierra, llamamos miedo.
-¡Dios mío!- exclamé- si al menos estuviera aquí el payaso del bazar…
De pronto me acordé de la varita mágica que me había regalado el hada Alegría y se me ocurrió hacer uso de ella. “Mágica varita-cumple los deseos-de la muñequita”
En el acto sentí un vendaval formidable y oí un enorme ruido de alas y vi un gigantesco pájaro azul que me decía:

-Soy Blú, el realizador de la ilusión. ¿Qué deseas de mí?
Yo no puedo deciros a punto fijo si fue a efectos del asombro, o del susto de ver a aquel animal tan grande revoloteando por encima de mi pequeñísima persona, el caso es que me quedé sentada en el suelo, sin respiración, sin habla y por poco le dejo que se marche por donde había venido, sin decirle lo que quería.
Al fin recobré un poco mi sangre fría y reuniendo todas mis fuerzas me puse de pie y le dije:
-pues, oiga usted, señor Blú, mi ilusión grande sería encontrar esta noche en la fiesta a mi amigo el payaso.
-¡Tu ilusión se realizará!- contestó con voz solemnemente grave, y mi buen pájaro azul desapareció dejándome con la boca muy abierta, y los ojos más abiertos que la boca y por lo tanto con una expresión de tonta imposible de escribir.
-¿Qué te sucede? Me preguntó Alegría que acababa de entrar sin que yo me diera cuenta.
-¡Ay! ¿Quién me habla?- pregunté dando un brinco.
-Pero criatura, si soy yo. ¿De qué te asustas? Te encuentro algo nerviosilla. ¿Se puede saber qué te pasa?
-¡No! ¿Sabes? Es ése:…el realizador de la ilusión o como se llame. Mira, Alegría, si no fuese tan descomunalmente grande…pero es que hay que ver…Y luego que ¿cualquiera se esperaba que un animalito como ése hablara con voz de bajo profundo! Bien me podías haber avisado al darme la varita.
-¡Ah, vamos! ¿Pero es que se te ha aparecido Blú?
-Si, y te aseguro que con dos sorpresas como ésta enfermo del corazón. Porque aunque algunas personas ignorantes creen que las pobres muñecas no lo tenemos ¡Vaya que sí, y bien grande!
-Te advierto de que es hora de vestirnos para la fiesta.
-Pues vamos allá. ¿Cómo es mi vestido?
-Ya lo verás.
Atravesamos muchos salones a cual más original, pero el que más me gustó fue uno hecho de merengue de fresa.
-¡Ay, los ricos merengues de fresa!- dije a Alegría - ¡Cuántas indigestiones me han costado allá abajo en la Tierra!
-¿Tanto te gustan?
-¡Con delirio! Tengo una marcadísima debilidad por ellos. ¿Puedo lamer un poco las paredes?
-¡¡Guárdate muy bien de hacer semejante cosa!!
-¿Por qué?- pregunté mientras me lamía y se me hacía la boca agua.
-Porque inmediatamente quedarías convertida en merengue de fresa para toda tu vida.
-¡Ay, que rico, Alegría!- suspiré y mientras el hada tiraba de mí, iba yo con la cabeza vuelta hasta perder de vista aquella dichosa habitación.
Llegamos por fin a un salón que mi amiga llamaba el cuarto de los espejos, y cogiéndome la cabeza entre sus manos me dio un beso en la frente y en el acto quedé vestida con un precioso traje de plata y brillantes y un manto de encaje de oro.
-Oye, Alegría, ¿soy yo la que veo en todos estos espejos?
-Si, eres tú, muñeca.
-¡Soy yo, muñeca!- repetí pensativa.- ¿Pero, estás bien segura de que soy yo?
-¡Ja, ja, ja ¿No te reconoces?
-A medias, nada más.
-Bueno, pues ahora me voy a vestir yo. Te lo aviso para que no te asustes y vayas a creer al verme con otra vestimenta que soy también una desconocida.
El hada Alegría levantó los brazos, dio media vuelta y vi con asombro que había quedado envuelta en un extraño manto de luz aurirrosada, cuya cola arrastraba majestuosamente.
Vamos allá, muñeca.
Entramos en el salón de fiestas que parecía un ascua de oro. Yo, con la boca cada vez más abierta, llena de asombro ante aquella profusión de seres extraordinarios, brillos, luces y colores, seguí a Alegría tropezando con todo lo que se me ponía por delante, y enredándome en mi precioso manto de encaje, con tan mala suerte que varias veces estuve a punto de romperme las narices contra el suelo.
.
Entre todas aquellas magnificencias, vi al famoso niño de los ojos vendados, que tanto me había llamado la atención antes de ahora. Seguí andando y tan distraída iba mirándole y meditando una porción de cosas, que no vi que alguien atravesaba delante de mí y a quien favorecí con un hermoso pisotón.
-¡Ay!...¡Ay¡…gritó
-¡Ay! -dije yo dando un salto del susto y saliendo de mi éxtasis- ¿A quién piso?.
-¡Podía usted mirar por donde anda y no pasearse por encima de los invitados! –gruñó una voz varonil.
-¡Anda salero!. pero…¿Eres tú, payaso?
-Si yo soy. ¿Y tú… pero…¡si yo conozco tu cara! ¿De qué te conozco yo a ti? Si te pareces una enormidad a una muñeca íntima amiga mía, a quien yo quería con locura allá abajo en la Tierra.
-¡Ja, ja, ja! ¡Qué risa me da!
-Esa risa es de ella, pero…¡Si eres tú, muñeca!- dijo en una explosión de alegría el agraciado con mi pisotón, que no era otro que el payaso del bazar.
-Claro que soy yo, pues no te ha costado poco reconocerme. ¿Tan cambiada me encuentras?
-Hija mía, es que con ese traje y ese manto pareces una reina de opereta, más que una muñeca.
¡Ay, payaso, qué bonito es todo esto y qué feliz soy! Dije colgándome de su cuello de un brinco, sin acordarme de la cola y del manto.
-¡Maravilloso, chica, parece un sueño! ¿Quieres que vayamos al jardín a ver bailar a las hadas?
-Luego. Primero voy a enseñarte el cuarto más precioso de todo este palacio- y cogiéndole de una mano le arrastré hasta el salón de merengue de fresa.
-Todo esto- dije- es… ¡merengue!
-¿Todo?- preguntó el payaso relamiéndose, porque también era muy goloso.
-Pero me ha dicho Alegría que si probase tan sólo una pizca quedaría convertida en merengue de fresa para toda la vida.
-¿Tú crees?
-¡Ay! Fíjate esta pared que color rosa pálido tan apetitoso tiene. Pero, oye, payaso, no acerques tanto las narices porque preveo que vas a sucumbir a la tentación.
-Empieza por no acercar tú las tuyas de esa manera.
Efectivamente, los dos, atraídos y fascinados por aquel lienzo de pared, nos habíamos acercado tanto a ella que teníamos manchadas de merengue la punta de la nariz.
-Yo no puedo resistir más –grité-
Ni yo –dijo el payaso-
Y nos pusimos a lamer aquel lienzo de pared, con verdadero entusiasmo.
No había transcurrido medio minuto en esta deliciosa tarea, cuando caímos al suelo convertidos en dos merengues. Oímos un estallido formidable, y apareció un enano. Nos miró a los dos con desprecio y cogiéndonos a cada uno en sus manos nos arrojó con furia al espacio, desde un balcón diciendo:
-Por orden de nuestra reina Alegría, os mando a la Tierra.
Adán y Eva no creo que fueran arrojados del Paraíso con tanta violencia como lo fuimos el payaso y yo, del país del ensueño y de la ilusión.
Empezamos a bajar, a una velocidad vertiginosa, siempre convertidos en merengues de fresa y dando tumbos y a medida que nos acercábamos a la Tierra, sentía yo una angustia horrible. Al fin…¡zas, el choque con la tierra fue espantoso! Di un grito, abrí los ojos y me encontré en el suelo de la habitación de Dolly.
Todo había sido un sueño. Yo, en la excitación, me había caído de la cama, y Cricry, el perrito de mi dueña me estaba lamiendo la cara con el mismo entusiasmo con que yo había lamido la pared.
-¿Seguiré siendo merengue?- pensé aterrada.
Corrí al gabinete, encendí la luz, me miré al espejo y vi con satisfacción que era la misma muñeca de siempre.
Empezaba a amanecer y un rayito de luz sonrosada atravesaba por el balcón , iluminando la carita de Dolly, que dormía como una bendita. Trepé como pude a la cama y le di un beso con mucho cuidado de no despertarla.
De pronto me acordé de que estábamos a día 6 de Enero, día de los Reyes Magos. Corrí al balcón y vi curiosa los regalos que en él habían dejado a Dolly. Entre los muchos juguetes que trajeron , estaba el payaso del bazar. ¡Qué alegría! Me abracé a él y le dije:
-¡Bien venido seas mi buen amigo!.
 
Eladia Montesino-Espartero Averly

18 comentarios:

  1. Qué placer leerlo todo. Ahora que ya he vuelto a mi lugar y no existen los esperfectos, aqui estoy disfrutando e todo esto.
    Gracias por compartirlos. un abrazo

    ResponderEliminar
  2. Contar con una madre cálida, profunda, rica te debe enorgullecer. Y vale!!!un cariño

    ResponderEliminar
  3. Eladia, he disfrutado mucho leyendo "El sueño de una muñeca, simplemente magnífico, te felicito. Un beso. Pilole

    ResponderEliminar
  4. En el día de la mujer, me mimo con estos cuentos y me enriquezco desde todos los lugares. Gracias por estar ahí!!mi respeto

    ResponderEliminar
  5. y el zorro habló... ¿será que le animaste?

    ResponderEliminar
  6. Las madres somos madres y nos debemos a nuestros pollos. El amor con que se alimenta a los hijos, deja saldos como éstos. Maravillas!!un abrazo y gracias por estar ·siempre·

    ResponderEliminar
  7. Simplemente genial. Un verdadero placer caminar por estas letras, una suerte haberlas descubierto.

    ResponderEliminar
  8. Enhorabuena por la forma en que ha hecho el blog, una secuencia de imágenes y texto de calidad. Nos vemos!

    ResponderEliminar
  9. gracias porque me visita a menudo, tiene que admitir que estoy feliz de venir a visitarme. Gracias y recuerde que usted puede regresar en cualquier momento. Una maravillosa semana!

    ResponderEliminar
  10. Desde el blog en apoyo al “Premio Maria Amelia López Soliño” a la mejor bitácora escrita por una persona de la tercera edad, te agradecemos el cariñoso comentario de condolencia dejado en su blog y te animamos a estimular a los más mayores a seguir su ejemplo.

    Le felicitamos por haber tenido una madre escritora, y permitir que los demás puedan disfrutar de sus escritos.

    Un saludo afectuoso.

    ResponderEliminar
  11. querido terly,
    un honor que me hayas concedido esos premios.
    nos seguiremos viendo por estos lares...

    ResponderEliminar
  12. Amigos,
    su mensaje me llegó a mi corazón y deseo de visitar tanto como sea posible.
    Un día sublime!

    ResponderEliminar
  13. Que bello relato, que sensibilidad que se derrama por todo...enhorabuena desde Zuhaitz-Ondoan de azpeitia

    ResponderEliminar
  14. Que lindo cuento, me transporte a mi niñez cuando mi padre se sentaba a orillas de mi cama y nos narraba un cuento surgido de su imaginación en donde mis hermanos y yo eramos los personajes.
    Luego vi a mi hija de pequeña cuando por navidad recibía una muñeca la besaba y abrazaba diciéndole..." te he esperado tanto" gracias amigo por estos bellos recuerdos y por tus visitas siempre.
    Besos

    ResponderEliminar
  15. wowwwwwwww...¡Volví a ser niña!! me ha encantado. Sencillamente maravilloso! Gracias por hacerme volver sobre mis pasos a la añorada niñez. Un abrazo grande de mi corazón al tuyo y ...¡FELICITACIONES!!

    ResponderEliminar
  16. Te agradezco mucho tu visita a mi modesto blog y tus cariñosas palabras, que me han sonado a gloria por su evidente espontaneidad. Te felicito asimismo por tu esplendido blog-
    Abrazos.

    ResponderEliminar
  17. Aqui vuelvo, espero escribir, esta vez, sin faltas jejeje, en el otro comentario me comí tantas letras que ya tengo un kilo de más
    Me parecen excelentes los cuentos, los disfruto plenamente, me gustan
    Un abrazo
    Monica

    ResponderEliminar